Herbert Tichy, joven estudiante de Geología, abrió al azar un libro del explorador Sven Hedin. Aparecía una cúspide pelada cubierta por un glaciar. Se prometió que la vería con sus propios ojos, y se embarcó hacia la India. Recorrió Cachemira y el Hindu Kush en su diablo apestoso, como los afganos denominaban su motocicleta. Se acercó a Birmania, cruzó el Himalaya a pie, atacó la ascensión al Gurla Mandatha hasta alcanzar los 7.200 metros, se adentró por el reino prohibido del Tíbet disfrazado de peregrino indio. Herbert Tichy afirmó que amaba más la vida cuanto más grande y peligrosa se le hacía. Este libro, escrito a finales de la década de 1930, da fe de ello, de su colosal amor por las gentes y los paisajes que visitó, y de su sutil sentido del humor.