El autor admite de antemano el riesgo que implica adentrarse, aunque solo sea en una mínima parte, en narrar acontecimientos de una historia personal de la Guerra Civil Española. Basándose en sucesos intimistas y evocadores de una realidad poco menos que invisible, el autor nos desvela brevemente los fantasmas de aquellas batallas sangrientas que se libraron hace muchos años y que aún nos rondan. Hay quienes podrían preguntarse para qué otra voz, otro testimonio, cuando ya existen miles de libros —algunos escritos por plumas consagradas, otros por testigos directos— que han diseccionado el conflicto hasta el más mínimo detalle. No es este su propósito, entre otras cosas, porque no tiene —según reconoce— la capacidad intelectual para hacerlo. Es una sencilla ofrenda en honor y admiración a su padre. La historia que aquí se cuenta es la de José Martín Roldán, un hombre común en tiempos extraordinarios, que ingresó en el Cuerpo de Seguridad y Asalto de la Segunda República entre 1934 y 1939, con el deseo, simple y llanamente, de incrementar sus ingresos económicos mediante un trabajo fijo y honrado, y percibir un salario de funcionario por encima de la media, ya que en aquella época existía un paro aterrador y su oficio de conductor era casi inexistente. Todos los años que duró la guerra permaneció disciplinado en trincheras como un soldado incansable en diversos frentes de la contienda. Él nunca adoptó ninguna ideología política. No le agradaba ejercer como policía al servicio de una supuesta orientación política gubernamental. Su única aspiración era formar una familia, conseguir un bienestar y lograr la paz. Hombre fiel a su país, siempre se sintió orgulloso de ser español.