Tras la muerte de un hombre aparentemente insignificante, el autor nos presenta dos caminos a seguir: el de su alma y el de su cuerpo. La viuda recibe, entretanto, la visita de un Diablo que, aburrido de cosechar almas banales e intrascendentes, rastrea un hecho insólito en la vida del difunto. Y al mismo tiempo, en la sala donde se halla el cuerpo, una gran variedad de gente que lo acompañó en su paso por el mundo desfila, ríe, se apena, habla, discute y cumple el ceremonial del velatorio, que se convierte en una disparatada y jocosa representación de sus propias vidas.