Quienes no pudieron dejar de reír con Cómo me convertí en un estúpido (Andanzas 489), del escritor francés Martin Page , trocarán su carcajada en una sonrisa al leer La libélula de los ocho años . En efecto, a la visión burlesca de la sociedad que propugna este autor, se añade aquí un toque poético, delicado como una libélula. Pero, bajo esta prosa aparentemente inocente e idílica, se oculta un cuchillo que puede atacar a traición, por la espalda. Fio Régale es una joven pelirroja de veintidós años. Reside en un espacioso apartamento parisiense, adora el té sin azúcar y la nieve, pinta cuadros y se gana la vida chantajeando al azar a hombres poderosos y adinerados: no necesita decirles qué han hecho ni qué información posee ella; uno de cada diez, paga. Sin duda lo lleva en los genes: su madre era atracadora de bancos y su padre un policía que, en lugar de detenerla, prefirió enamorarse de ella. Sin embargo, pese a que Fio se quedó huérfana a los seis años, ha sabido salir adelante. De pronto, su vida sufre un vuelco inesperado: uno de sus extorsionados, el célebre mecenas Ambrose Abercombrie , muere, y pide en su testamento que cuiden como se merece la magnífica obra pictórica de Fio . Como una libélula que aletea alejándose bajo la lluvia, la joven se internará en el glamuroso mundo del arte tratando de conservar intocadas la levedad y la frescura de su infancia .