En los momentos de ensoñación o de nostalgia, todos hemos pensado, al menos una vez, que la vida verdadera está en otra parte, en una tierra extraña donde los frutos son más dulces, el agua más pura, la luz más ligera: ahí, los hombres, las bestias y las cosas coinciden en un mismo lugar, a una misma hora, por fin reconciliados. Yves Bonnefoy –uno de los mejores poetas del siglo xx– le ha dado nombre a ese país imaginario: El territorio interior. Este libro es un recorrido por esa geografía maravillosa. Como un nuevo Virgilio, Bonnefoy nos conduce por el arte toscano del Renacimiento y, de imagen en imagen, atravesamos juntos las arenas de Amber, el desierto de Gobi, el Tíbet, la antigua Roma sepultada en el desierto, la abandonada Jaipur, Grecia, Capraia, Florencia, en una larga peregrinación que no acaba en la negación del mundo, sino en su presencia recobrada, aquí y ahora. Porque al leer este libro habremos aprendido que el sueño, igual que nosotros, es mortal, y que comparte nuestra fragilidad y nuestro destino. Que el río en su cauce, la simple yerba, el jazmín, los olivos, el asfódelo, la cima inalcanzable de la montaña y la tierra que pisamos son nuestro único reino perdurable. Las palabras de este volumen son la llave de ese reino oculto: quien las lea, abrirá las puertas de un territorio interior, secreto, donde el fruto y los labios, la vida duradera y la vida del polvo, la realidad y el sueño, han pactado una momentánea reconciliación.