"A Franco le gustaba hacer frases. Casi todas las encontraba en los calendarios que doña Carmen colgaba en la cocina", refiere el autor utilizando un subterfugio tan novelesco como eficaz. A través del relato que, en efecto, hace el sable que Franco adquiere en Toledo cuando es un simple oficial recién nombrado, José Luis de Vilallonga nos ofrece una visión desenfadada y hasta ahora insólita de Francisco Franco y sus circunstancias: "Franquito, elegido en 1936 por sus compañeros de armas para dirigir la suerte de los sublevados, se convierte durante casi cuatro décadas en el amo absoluto de España". El reinado largo, triste y gris de un hombre mezquino con ambiciones mediocres no se explica sin un personaje singular al que hasta ahora no se ha prestado toda la atención que merece: doña Carmen Polo, alta y flaca, con largos pies y largos dientes caballunos y una mirada dura y fría que debiera inquietar a todo hombre al que de verdad le interesaran las mujeres. Pero a Franco, víctima en su infancia de las sórdidas peloteras entre una madre dedicada por entero a las tareas del hogar y a las novenas y un padre aficionado al vino, las cartas y las mujeres, no le interesaba más que su carrera, con o sin Monarquía, hasta que su futura mujer se cruza en su camino y sublima todas sus frustraciones: nueva lady Macbeth, doña Carmen Polo alienta en Franco, a lo largo de más de medio siglo, una ambición desmedida por el poder: "Todas las dinastías tienen su principio y su fin. Si se acabara la de los Borbones -llégale a decir-, tú podrías ser el fundador de una nueva". Con determinadas licencias impuestas por el tratamiento novelesco del tema, pero con absoluto rigor histórico respecto a los hechos fundamentales, El sable del Caudillo -un bisturí manejado por la mano maestra de José Luis de Vilallonga-, es una aportación fundamental para entender los entresijos de una personalidad tan compleja como la de quien, durante casi cuarenta años, gobernó España como un cortijo.