“Son raras las ocasiones en que la vida te guiña un ojo y estás mirando”, así empieza y termina esta novela. En ella Carlos es un arquitecto de cuarenta y tres años que se toma unos meses de vacaciones en los que se dedica a viajar en coche. En Tossa de Mar, un pueblo de la costa, conoce accidentalmente a Carla, una pintora con la que enseguida conecta. Carlos, narrador y protagonista, escribe el inicio de una historia de amor en la que se intercalan reflexiones sobre su propia vida, sobre el tiempo, las coincidencias, el amor... A la par lee un extraño libro centenario que misteriosamente describe todos los estadios por los que él va pasando día a día.
La intención puede que no esté mal, pero el desarrollo se me ha hecho durante buena parte del libro aburrido, monótono, incluso demasiado meloso para mi gusto. Las divagaciones del protagonista, siendo las ideas interesantes, resultan eternas y repetitivas. He estado a punto de abandonarlo en un par de ocasiones. Finalmente la trama da un giro en la última parte, que incluye además un poco de intriga, y es más amena, aunque en mi opinión no compensa la farragosa parte central.
Una lectura con altibajos de interés que yo, a título personal, no recomiendo, aunque ya dicen que “para gustos, los colores”.