Todo el sentido, acostumbraba decir Tolkien, de crear un mundo que no sea éste, es que el mundo imaginario sea congruente consigo mismo. Las obras de estricta imaginación, aquellas en las que paisaje e historia proceden tan sólo del mundo interior del autor, gozan de merecida popularidad. Alberto Chimal ha logrado un libro así, El país de los hablistas permite maravillarnos con las ocurrencias y destinos de sus personajes de leyenda y confirmar que Chimal está creando una obra que lo coloca entre los más interesantes narradores mexicanos de nuevo cuño.