Ópera prima de Roberto Calasso, El loco impuro se centra en la figura de Daniel Paul Schreber, presidente de la Corte de Apelaciones de Dresde a finales del siglo XIX, que entre 1893 y 1902 estuvo recluido en diversos hospitales psiquiátricos, entre otros en el de Sonnenstein a cargo del entonces afamado profesor Fleschig. Si bien el propio Schreber describe su delirio en sus Memorias de un enfermo de nervios (Sexto Piso, 2008), Calasso da cuenta de la historia secreta del "caso", que en realidad es la historia de un crimen que habría de producir una fisura irremediable en el Orden del Mundo: el asesinato de Dios. Schreber carga con la culpa de ese terrible acto cometido por sus antepasados, una serie de docentes y psiquiatras que, al osar tratar a Dios como "objeto de experimentos científicos", iniciaron su agonía. Más que aventurar un diagnóstico de la locura del personaje, Calasso otorga relevancia a la verdad emanada del delirio mismo, al conocimiento derivado de la incursión en nuestras mentes de las potencias que rigen el mundo. Y restituye con ello la soberanía de Dios, de los dioses que, como dijo Jung, "se han convertido en enfermedades". Y así, a partir de severas críticas a Fleschig o Freud y de reflexiones sobre la historia familiar y el delirio de Schreber, Calasso entreteje, por medio de la voz de Schreber, un certero examen de la sociedad moderna: "No puedo evitar sonreír cuando os veo a vosotros, hombres hechos fugazmente, moveros con la cabeza alta, descargados del peso de la burocracia divina. Vosotros no lo sabéis aún: el dios muerto pesa más! que el dios vivo, y más que el otro os devora".