El empleado de una empresa de comunicación de los EEUU de la década de los cincuenta del siglo XX vive una vida llena de frustraciones y de ansias de escala social azuzado por su esposa y por su sentimiento de no pertenencia en el barrio en el que viven. Tras aceptar un empleo para escribir los discursos de un gran empresario, comienza un cierto progreso con el baldón de tener que vivir contentando a su superior a costa de redactar reflexiones que no siente. El protagonista, ex soldado de la reciente II Guerra Mundial, vive su vez atormentado por los recuerdos de los horrores de la contienda y por el secreto de un hijo extramatrimonial que tuvo en Italia durante el conflicto. Como corolario, la modesta herencia que recibe tras la muerte de su abuela se encuentra con el problema de las reclamaciones legales de quien fue el criado de ésta y que reivindica que la fallecida le dejó su casa y sus terrenos. Además, los problemas para construir en esos terrenos y obtener un rendimiento de esa herencia que le permita poder dejar ese segundo trabajo que no le llena. En el prólogo, Jonathan Franzen (autor de “Las correcciones”, novela icónica de la sociología norteamericana de la clase media alta), define “El hombre del traje gris” como la radiografía de los EEUU en esa época. Con un final feliz y moralizante en todos los frentes abiertos que bien recuerda al James Stuart de “Qué bello es vivir”, el estilo ameno de escritura, la descripción de los personales y la originalidad de las tramas hace que las casi cuatrocientas páginas de la novela se lean con facilidad disfrutando de la prosa de Sloan Wilson. www.antoniocanogomez.wordpress.com
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