Jaek había aprendido hacía mucho tiempo que la inmortalidad era una carga lo suficientemente inmensa para desear terminar con ella, en realidad, nunca había deseado ser uno de los elegidos, no deseaba el poder que había nacido en su interior y que lo llevaría a ser uno de los Guardianes Universales… el destino había jugado con él, y él había actuado en consecuencia, negándose el poder con el que había sido investido y guardándolo tan profundamente en su interior, que nadie podía ya alcanzarlo… ni siquiera él. Habiendo elegido pasar su vida en la mayor normalidad posible, no dudó en abrir un local nocturno donde se podría disfrutar de un ambiente agradable, una copa y buena música, un lugar propio en el que las reglas que imperaran fueran las suyas y lo sobrenatural se mantuviese fuera de aquellas puertas, dejándolo en su mundo de relativa calma y paz… hasta que apareció ella. Keily Adamms no podía creer en su mala suerte. Ni en sus más alocados sueños pudo imaginar que el hecho de quedarse a terminar su trabajo aquella noche en el museo, cambiaría su vida de una manera tan drástica. En un abrir y cerrar de ojos, Keily se encontró en el camino de una diosa borracha, convertida en inmortal y sumergida en un mundo en el que la magia y los sucesos extraños eran el plato principal del día, atada al único hombre del que jamás podría escapar… su Guardián… y el dueño de su corazón. Una diosa y el alcohol nunca serán pareja… pero pueden causar la más divertida de las situaciones.