Delirante, febril, desquiciada, enloquecida. Fascinante, absorbente, deslumbrante. Una novela de la primera época de Robert Ludlum, la mejor de su carrera. Tras la psicosis de El código Da Vinci, ¿dónde queda esta novela escrita 25 años antes? Ludlum no sorprende por su arquitectura: un inocente contra una gran conspiración internacional, narrador en tercera persona y tiempo unidireccional. Nada nuevo. Lo impactante en este caso es la tensión dramática de cada momento, saber comunicar con el lector. Para ello Ludlum hace uso de toda una gama de recursos verdaderamente teatrales: cursivas, frases cortas, signos de admiración, voces interiores, diálogos de vértigo. Ludlum es un escritor de obras de teatro reciclado en novelista y eso se nota mucho, incluso en el argumento: es todo un alarde de imaginación. Irreal, deformado, febril. Hay que dejarse llevar, como en esos cuadros de arte abstracto que no acabamos de entender pero que nos fascinan. Las historias de política ficción de Ludlum son deslumbrantes si aceptas entrar en el juego. Esta es una de las mejores.
hace 14 años