Esme Nicoll creció entre palabras. Huérfana de madre e hija de uno de los lexicógrafos del primer Diccionario Oxford, pasaba los días escondida debajo del escritorio de su padre, recogiendo las fichas de palabras que se habían extraviado o habían sido desechadas.
Según se hace mayor, Esme comienza a hacerse preguntas: ¿por qué se incluyen palabras utilizadas por Dickens y no por un cajista o una criada? Para ella todas las palabras son importantes; especialmente las de la gente humilde que jamás podrá comprar o consultar el diccionario, porque no saben leer.
Pip Williams desgrana en El diccionario de las palabras olvidadas, el lento y arduo proceso de creación del diccionario de Oxford. Esa historia real se combina con otra ficticia: la de las mujeres que colaboraron en su redacción y que han sido olvidadas por la historia.
La novela está muy bien documentada y desgrana cómo se seleccionaban las palabras que compondrían el diccionario y cómo posteriormente, se buscaban citas en libros o periódicos que corroboraran sus diferentes significados en la biblioteca de Oxford.
No obstante, el alma de la novela reside en la señorita Nicoll. Su paso de niña a mujer nos permite conocer la sociedad inglesa de principios del siglo XX, la lucha de las mujeres para conseguir el derecho al voto y las devastadoras consecuencias de la Primera Guerra Mundial.
La protagonista es una joven muy curiosa, lo que la lleva a tener más de un problema. Pero cuenta con la ayuda de dos personas que la quieren con locura: su padre y Lizzie, una criada del Doctor Murray, uno de los máximos responsables del diccionario.
La relación entre padre e hija es una de las cosas que más me han gustado de la novela. El precioso vínculo que hay entre ellos endulza los pasajes más amargos de la novela porque la vida de Esme no es un camino de rosas, sino más bien uno de espinas.
Lizzie, es una mujer que trabaja sin descanso, pero que siempre tiene tiempo para ayudar a Esme. La adora y se siente muy orgullosa de cada una de las palabras que la joven esconde en su habitación. Palabras consideradas ordinarias e irrelevantes por los académicos, pero que para Esme representan tesoros incalculables que representan la sabiduría popular y no deben perderse de ningún modo.
El diccionario de las palabras olvidadas es un libro de ritmo lento, como no podía ser de otra manera, pues hay que tener en cuenta que se tardó más de cincuenta años en terminar la primera edición del diccionario. Tanto es así, que cuando se acabó la edición, se tuvieron que empezar a publicar suplementos porque el idioma había cambiado durante esas décadas.
A lo largo de la novela, la autora rescata del olvido las contribuciones de las mujeres a la redacción del diccionario y también critica que muchas palabras fueran excluidas de la primera edición por el mero hecho de estar relacionadas con las mujeres o la clase trabajadora.
Una novela que recomiendo a todos aquellos que adoran los diccionarios y la etimología de las palabras. También a aquellos que disfrutan descubriendo los secretos de la historia. (Ana García, 29 de diciembre de 2022)