En cada una de las páginas escritas por André Gide se hace evidente su personalidad única, puesto que el autor francés otorgó en numerosas ocasiones sus propios rasgos a la mayoría de sus personajes principales con el objetivo no sólo de explorar muchas de las preocupaciones morales y vitales del ser humano, sino también de someterse a un exhaustivo autoanálisis. Así se puede constatar en El inmoralista y en Los falsificadores de moneda, las dos obras presentadas en este volumen, formalmente muy distintas entre sí, pero estrechamente vinculadas por la visión del mundo y el depurado estilo de Gide. La primera es un relato de marcado contenido autobiográfico que brilla sobre todo por su sincera defensa de la libertad del individuo y la búsqueda del placer sin restricciones. Los falsificadores de moneda, en cambio, es una novela que sugiere las limitaciones de la literatura para plasmar la realidad, valiéndose para ello de una amplia gama de recursos técnicos y una complicada estructura construida mediante múltiples historias que se entrelazan formando un rico tapiz humano.