Un libro corto, intenso y doloroso. Está escrito en primera persona por Mary, su protagonista, con un lenguaje propio de su nueva alfabetización. Escrito en minúsculas, con expresiones poco acertadas y muletillas innecesarias, la autora logra que empaticemos con la pequeña Mary. Al principio me costó habituarme a su lectura hasta que entendí que gracias a ello te lo está contando su protagonista, sin adornos, tal como pasó, solo la verdad, con todo lo que conlleva la verdad. Mary tiene la necesidad de transmitir la historia de lo que le pasó a través de la escritura. No ha tenido una vida fácil: criada en una granja como mano de obra junto a sus hermanas, aguantando las agresiones de su padre, solo encuentra el amor en su abuelo que vive con ellos en la granja. Aún así gracias a su carácter alegre, trabaja sin pensar y sin rechistar, está a gusto en la familia, no ha conocido otra cosa. Analfabeta y sin futuro su padre la vende al hogar del vicario para servir y cuidar de su mujer enferma y allí aprende a leer y a escribir, pero a cambio de un precio. El final es su moneda de cambio a tanta injusticia, sublime.
hace 4 años