Trufado de una historia del país tan prolija como liviana en su escritura, esta Crónica japonesa es de obligada lectura para quién quiera adentrarse en la magia y la melancolía de una cultura milenaria. Bouvier concluyó su largo viaje iniciado dos años antes, con una estancia de doce meses en Japón, al que seguirá otra más, tiempo después. Como su admirado Basho también lo recorre a pie en algunos tramos que impregnan su escritura de una levedad de aire zen, un gozo perpetuo, y, siempre, un sentido poético de la extrañeza. Bouvier nos descubre el Japón de los 60, un país pobre y rural al que contempla con la sutileza y la finura de un amoroso Haiku.