Cuando Aria es capturada y separada de su amada familia y de su bosque, su mayor temor no es la inminente muerte a la que se enfrenta, sino que la elijan como esclava de sangre para un miembro de la raza vampira que gobierna. Sin embargo, lo que a ella le suceda da igual, sabe que debe mantener su identidad oculta a los monstruos que la apresaron. Ya la han etiquetado como miembro de la rebelión, pero los vampiros no conocen la profundidad real de su implicación en ella, y jamás deben saberla. A pesar de que tiene la esperanza de que la maten, el mundo de Aria se vuelve patas arriba cuando un vampiro llamado Braith la reclama. Él retrasa su ejecución, pero Aria sabe que solo es cuestión de tiempo que le drene toda la sangre y la destruya. Sobre todo cuando descubre que en realidad es un príncipe de la familia real, la misma familia real que inició la guerra que acabó con la humanidad, reduciéndolos a meros sirvientes y esclavos. Aria está decidida a odiar al príncipe, decidida a no sucumbir a él en ningún caso, pero su extraña amabilidad y sorprendente gentileza la asombra. Dividida entre su lealtad a la rebelión y el creciente amor que siente hacia su mayor enemigo, Aria lucha por escoger entre todo lo que siempre ha conocido y un amor que nunca soñó encontrar.