Es un libro que contiene un humor muy fino y un tono de burla constante para con los sagrados escritos que, a un ateo, gusta y mucho. El libro también es válido para los católicos dado que pueden acceder al descubrimiento y desmantelamiento de todas aquellas incongruencias que presenta el libro al que divinizan y vanaglorian. El único pero que tiene es su forma de redacción, que, para ciertas personas (entre las que me incluyo) resulta desesperante. Caín es una parrafada descomunal escrita en minúsculas y eso, se hace tedioso e insoportable. Está claro que la intención del autor es restarle mérito a los nombres teológicos pero, no había necesidad alguna de incluir en la tropelía gramática a los diálogos. Merecerá ser recomendable cuándo una ulterior edición presente mejores maneras en cuánto a escritura se refiere. Por todo lo demás, el libro no se merece si no un excelente.
hace 14 años