La novela se centra en Fran, un joven veinteañero poco sociable y cuyos amigos se pueden contar con los dedos de una mano. Su vida es solitaria y rutinaria, su paseo diario y una visita al "Bebop Café" –que hace las veces de centro cultural a la par que bar-cafetería en Cartagena, ciudad en la que se sitúa la historia– preceden a sus clases en una academia por la tarde. La trama gira en torno al día a día del protagonista, cuya monótona existencia se ve rota por una misteriosa nota que alguien le deja invitándole a quedar.
A Fran le gusta escribir y, para salir de una crisis de escritura, empieza a plasmar en una novela fragmentos de su vida pasada. Se alternan entonces capítulos “reales” con los del texto que escribe, mezclando el presente y el pasado del protagonista; este acertado juego de páginas da intensidad a la trama y acelera el ritmo hasta el sorprendente desenlace.
Me ha encantado el libro, una vez presentado el personaje y su mundo, a las pocas páginas me atrapó. Reconozco que Fran me ha parecido un poco extraño y se me ha hecho difícil empatizar con él, pero sus “indagaciones” me han resultado de lo más interesantes. También me ha gustado cómo la historia, que en principio tenía poco de misterio, va aumentando la dosis de intriga y tiene un final inesperado y genial, al menos en mi opinión.
El mismo autor expresa su admiración y la influencia que tienen en su novela escritores como Mendoza y Paul Auster, creo que cada uno homenajeado a su manera en “Bebop Café”. Cierta dosis de humor y algunos personajes y escenas bastante surrealistas me han recordado al escritor barcelonés; mientras que la inclusión de una novela dentro de otra, engarzando ambas ficciones, me ha llevado directamente a “La noche del oráculo”, donde el escritor estadounidense hace lo mismo.
En resumen, novela breve –no llega a las 200 páginas–, una buena lectura que sin duda recomiendo, interesante y muy entretenida.