Segunda novela sobre el detective Philip Marlowe, tras “El sueño eterno”. Bastante parecida en las características a su predecesora. Una de las diferencias, o por lo menos que recuerde, es que hay más ironía y sarcasmo en los diálogos. Marlowe es más mordaz, con frases más ingeniosas y corrosivas.
El caso, o mejor dicho los casos, en que se ve envuelto este duro y bebedor (siempre rozando la ebriedad) detective es una mera excusa, un MacGuffin para retratar la sociedad. Tiene poca importancia la resolución de la trama y descubrir el asesino, si lo comparamos con la gran crítica y excelente exposición de vicios, corrupciones, chantajes, ambiciones, mentiras, gansterismo y violencia que están impregnadas en sus páginas.
Novela negra 100%, se le puede considerar un modelo, como el anterior libro, de este género. Y como no, la singular moral del detective, que entre el maremágnum de depravación y perdición que le rodea, tiene la habilidad para salir siempre “a flote”. Su cinismo y amargura subsisten entre la más variada fauna social.
Un magnifico relato con un pequeño lunar, en mi opinión, sino la hubiera calificado como notable alto. A poco del final, Chandler se enreda haciéndose un pequeño lio, tanto en el argumento como en la escritura. Se empeña en un encuentro entre el detective y un “pez gordo”, que a priori resulta interesante, pero emplea tantos rodeos, con mucha verborrea y personajes innecesarios, que corta el ritmo ágil que hasta ese instante tenía el libro.
Aún con este despropósito, me ha gustado más que su famoso relato “El sueño eterno”.
hace 12 años
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