A través de la narración en primera persona conoceremos las inquietudes que preocupan al protagonista, un ateo marcado por el suicidio de su padre cuando era un niño, al que no le importa cambiar de fe dependiendo de la pareja que se encuentre a su lado. Sus dos últimas relaciones sirven de excusa para enfrentar el catolicismo y el judaísmo, si bien es cierto que tiene muchísimo más peso esta última religión. El punto de vista escéptico desde el que se plantea el tema hace un poco tediosa la lectura, y es probable que el personaje generará más empatía con lectores que compartan el agnosticismo del protagonista. Lo mejor de la novela son los ocurrentes correos que Paul envía a una página web creada en su nombre y de la que nunca obtiene respuesta, contribuyendo así a enfurecerlo aún más y a seguir enviando emails. El estilo narrativo es original en algunas partes. Principalmente, en aquellos diálogos en los que no conocemos las respuestas de una de las partes, pero que si nos podemos imaginar o intuir por como se desarrolla el resto de la conversación. Un libro entretenido, en la línea de Maldito Karma de David Safier, pero que se queda un poco corto. (Ross Goose, 14 de junio de 2018)
hace 5 años