Iván pagó un precio muy alto para descubrir una realidad innegable, angustiosa y cruel: el descubrimiento del sentido verdadero de la vida, que deja al descubierto la hipocresía y la vanidad, tanto de sus seres queridos como de la sociedad. El protagonista se quitó la venda de los ojos de una forma muy dolorosa y, lo peor de todo, lo hizo muy tarde.
Es uno de esos relatos cortos (pequeñas joyas literarias) que cuando nos topamos con ellas marcan, dejan su estigma para siempre. Historias breves pero intensas y profundas, donde es imposible decir más con menos. Me encantan estas narraciones escuetas y sencillas pero con un cariz íntimo y reflexivo, que suscitan la meditación y la interpretación del lector.
Este “librito” pertenece a un exclusivo club selectivo de perlas, que entre mi repertorio propio y particular puedo citar: “La metamorfosis”, “El extranjero”, “Bartleby, el escribiente”, “De ratones y hombres”, etc. Como dice el refrán: “La esencia se guarda en frascos pequeños”.
hace 14 años
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