Albert es un artista en el violín, un muy buen hombre, pero digno de lástima, sus miembros son delgados y débiles. Quienes lo conocen consideran que tiene un gran talento que se pierde en su desdichada figura. Afligido y consumido por el alcohol, logra transformarse cuando toca el violín, y al mismo tiempo anima a quien lo escucha a explorar sus recuerdos y sentimientos en la contemplación de un apasionado instante feliz, de una ilimitada necesidad de poder y esplendor o de un sentimiento de sumisión, amor no correspondido o tristeza. El violín de Albert no se escucha con los oídos sino con el alma. Salvar la magia de la música que produce su violín es el reto que Tolstói presenta a sus personajes, a Albert y al mismo lector en este increíble cuento, traducido por Selma Ancira.