De Lewis Carroll “Alicia en el país de las maravillas”.
La precisión del ajedrez, el azahar de los juegos de cartas, la imaginación condensados en un supuesto sueño. Alicia ingresa en un mundo mágico, su estatura crece o se vuelve pequeña, según beba una poción u otra. Un desfile de seres imaginarios, un poco locos la mayoría, un poco crueles algunos y con algo de poesía los más simpáticos. El libro es un recorrido mágico, pero cargado de realidad: nuestro devenir por la vida nos acerca a personalidades difíciles, a seres comunes pero recónditamente sorprendentes, a vidas plenas de cualidades y otras de malas obras. Así es el viaje de Alicia, que responde a estas situaciones a veces con miedo y con sentimientos de pequeñez, a veces sintiéndose fuerte, grande, con capacidad para afrontar lo que suceda. “¿…qué camino debo seguir para salir de aquí?”, pregunta Alicia, el gato (fiel a su modo de ser independiente) le responde: “Eso depende, en gran parte, del sitio al que quieras llegar.” Concluyendo ambos en que, verdaderamente no importa mucho el sitio, por lo tanto, tampoco es relevante el camino…”siempre que se llegue a alguna parte”. Es una novela donde el complicado arte de tomar decisiones se expone a cada momento. Simbolizados en abrir puertas o no, en ingresar a algún espacio o no, en hacer caso a lo que se dice o no, lo que efectivamente se quiere mostrar, es la importancia de cada una de las disposiciones reales que se toman en la vida diaria y en cómo se llevan a la práctica.
hace 9 años
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