Tomoko recuerda, años después, su primer curso en el instituto, a los 12 años, que pasó en casa de sus tíos en Ashiya. La narradora evoca el día a día de la familia, todo un universo que aunque limitado físicamente por poco más que la inmensa casa occidental en la que viven, está lleno de personajes peculiares y entrañables: Mina, la niña de salud delicada que va al colegio en hipopótamo, la tía abuela alemana Rosa, la señora Yoneda, la tía que busca erratas en los textos, el tío que se ausenta días y días, Pochiko… Es una historia sencilla y tierna sobre la infancia y la amistad que me ha encantado. Como negativo, es una pena que la edición de la Editorial Funambulista tenga errores en el texto.
hace 11 años