Tras haber leído las otras dos novelas publicadas en castellano de la autora, “La mujer es una isla” y “Rosa candida”, que me encantaron, sobre todo la segunda, tenía claro que quería leer este libro, que no me ha decepcionado en absoluto. Al contrario, la autora pone voz en esta ocasión a una mujer abandonada inesperadamente por su marido la noche de fin de año. Perpleja e incrédula, María se niega a asumir el cambio, no entiende cómo después de once años de un matrimonio perfecto puede haber llegado a esa situación, pero la sorprendente confesión de su marido parece no tener vuelta atrás. Con dos niños pequeños a su cargo no se puede dejar caer en la depresión, y con la compañía frecuente de su vecina Perla -singular personaje que me ha encantado-, escritora y consejera matrimonial, María irá reflexionando sobre su pasado junto a Flóki, su marido, y analizando esos pequeños indicios de los que nunca fue consciente. Justo entonces, y como si de una película se tratara, hace su aparición en la historia su padre biológico, del que nunca ha sabido nada.
Genial el personaje de la vecina, Perla, habladora y divertida, y que no está dispuesta a permitir que María se ahogue en su dolor. Curioso además ver cómo intercala en su amistad con ella su propio proceso de escritura, o su obsesión por llevarle libros de lo más variado para que lea.
Narrada en primera persona, es una novela diferente, sencilla, íntima y reflexiva, hasta divertida diría yo, en la que hay cosas que no se expresan en palabras pero se transmiten al lector. Me gustan también los pequeños detalles, como la ambientación en Islandia, con esas pocas horas de luz solar. En mi opinión, es una delicia de leer, para hacerlo con calma y disfrutando del estilo personal de la autora. Ahora me queda esperar que escriba o se traduzca algo más de ella.
hace 8 años
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