Si mi opinión de la prosa de Ann Patchett ya era muy buena tras leer “Comunidad”, con “La casa holandesa” la autora ha acabado de
conquistarme definitivamente. Las expectativas al comienzo de esta lectura eran muy buenas, pero se han visto incluso superadas por la sencillez de su discurso, unida a la profundidad y complejidad de la historia.
La casa holandesa que da nombre a la novela se construyó en 1922 a las afueras de Filadelfia, y era llamada por ese nombre por sus primeros dueños, una adinerada familia holandesa. Se trata de una casa enorme, en la que cada estancia está construida con detalles exclusivos, siendo un lugar conocido en todo Filadelfia.
Sin embargo, los protagonistas de la obra son Danny y Maeve, hijos de la segunda familia que la ocupó, tras la Segunda Guerra Mundial. La base de la novela son los recuerdos de infancia y juventud de Danny, en los que su querida hermana mayor Maeve, tenía un lugar fundamental.
Resulta curioso que un lugar tan idílico y hermoso como la Casa Holandesa pudiera albergar tantos recuerdos amargos. Fue el lugar en
que la infancia inicialmente acomodada de los dos hermanos empezó a desvanecerse. Y pese a todo, y mucho tiempo después fue un lugar que continuaría muy vivo en su pensamiento.
La memoria, el dolor, la pérdida o el perdón son sólo algunos de los temas que albergan las páginas de “La casa holandesa”. Es una novela tan tierna como dolorosa. Leer a Ann Patchett es un verdadero placer. (Ana Rayas, 23 de enero de 2020)