El libro gira en torno a los hechos políticos que desembocaron en el levantamiento acaecido en la fecha que le da título. Narrada en primera persona por un personaje que vive de primera mano ese episodio de la historia del que se cumplen ahora doscientos años. La trama no sólo reproduce los hechos históricos vividos durante el reinado de Carlos IV y que tuvieron como triste protagonista a Manuel Godoy, sino que el autor recrea de manera magistral la forma de narrar y la lengua propias de principios del siglo XIX. Así, inicia la novela con una característica interpelación al lector, en la que el personaje principal se presenta y revela el motivo y el propósito de su narración: quiere mostrar, a petición de un reputado editor madrileño, el lado más humano y menos conocido de Manuel Godoy, del que era paisano y al que llegó a conocer personalmente, y cuál fue el papel de éste en la invasión de las tropas napoleónicas. Olaizola se sirve de este personaje para repasar la invasión de las tropas francesas y el posterior levantamiento de una manera fiel, acercando al lector esa época convulsa de la historia mediante la narración de la vida de Jacinto Díaz, personaje que será espectador directo de la caída de Godoy y del levantamiento del dos de mayo. Pero no se limita a la reproducción de los acontecimientos históricos, sino que intercala la narración en primera persona de diferentes episodios de la vida de Jacinto Díaz, un joven criado austeramente en Castuera, pueblo natal de Godoy, que será enviado a la corte con el objeto de distraerlo de unos inconvenientes amores con una joven madre soltera. Dada su formación en letras y una recomendación de su tío, amigo del padre de Manuel Godoy, en Madrid acabará trabajando directamente para el llamado Príncipe de la Paz, cosa le permitirá conocer a este personaje histórico y ofrecer al lector una versión distinta de la que habitualmente se puede encontrar en los libros de historia. A través de Jacinto, Olaizola nos presenta a un Godoy idealista, cercano, generoso, agradecido, que se siente muy cómodo en el poder, con un gran atractivo personal y de pensamiento claramente afrancesado, que fue embaucado por Napoleón y que cayó en desgracia por el empeño de sus enemigos políticos, aquellos que apoyaban a Fernando VII en contra de sus progenitores, Carlos IV y la reina, a la que acusaban de mantener un romance con Godoy y de propiciar el ascenso meteórico a cargos de máxima responsabilidad del mismo.