Cuando las guerras tribales y el general Mobutu obligaron a Agustín a abandonar el Congo e instalarse con sus tíos lejanos en España, poco podía imaginar el joven la forma en que el azar había dispuesto su regreso. En la pensión que ahora es su nuevo hogar, Agustín comparte tardes de mus y batallitas con Macario, un anciano republicano y libertario muy aficionado a los sorteos y a las galletas Cuétana. En una de estas rifas resulta agraciado con un Mercedes plateado y Macario, que considera a Agustín casi como un hijo y ve la preocupación que siente por su madre, perdida en algún lugar de África, le ofrece el vehículo para ir en su busca. Junto a la dueña de la pensión, doña Elvira, y su hija, Vicenta, comienzan así una divertida peripecia que los llevará a recorrer África a bordo de un Mercedes.