En 1985, en plena madurez literaria, Margaret Atwood (Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2008) reunió una espléndida colección de cuentos en un volumen titulado Chicas bailarinas. Se trata de doce piezas de exquisita factura, donde la autora utiliza sabiamente todas las perspectivas, modulaciones y técnicas hasta alcanzar auténticas joyas, entre cuyos rasgos cabe destacar la agudeza y finura de la observación de los personajes -mujeres preñadas, estudiantes, periodistas, granjeras, ornitólogos, ex esposas y amantes adolescentes-, la perfección de los tonos -lírico, coloquial, distanciado, circunspecto, cómico- y la destreza de las resoluciones, que no ceden nunca a soluciones fáciles.