Leí "Las lagartijas huelen a hierba" y me quedé entusiasmado con Cristina Sánchez-Andrade. Desde ese momento, la consideré una autora única, con una prosa exquisita y una sensibilidad bien dosificada que le permitía construir historias conmovedoras. Así enfrenté "Alguien bajo los párpados" aguardando una experiencia literaria de alto nivel. Y me encontré con un auténtico desaguisado. Lo peor es que el argumento de la novela es jugoso y los ingredientes podrían dar mucho juego; pero el desarrollo es una calamidad. Nada encaja en esta historia, todo huele a precipitación y falta de poso. Por señalar detalles que me vienen al teclado: el perfil juvenil de Olvido, una de las protagonistas, no parece compatible con la personalidad cuando llega a la vejez; el comportamiento de Benigno, su marido, fuera y dentro de casa no semeja corresponder al mismo individuo; tampoco cuadran las actitudes de Bruna, la sirvienta, en las distintas fases de su vida; hay unas cuantas escenas completamente inverosímiles, como cuando las dos ancianas matan e introducen en el maletero a un hombre joven y pesado; o cuando matan igualmente a la pareja de policías; o la entrevista que les hace la Televisión de Galicia; o el monólogo que suelta Olvido sobre las residencias de ancianos que parece más bien el punto de vista de la propia autora; o ese picotazo que le suelta una gaviota a un individuo (¿habrá visto Sánchez-Andrade alguna vez el pico de una gaviota?); o una vaca en un eucaliptal (jamás!); o incluso citar "bosque de eucaliptos" cuando más bien sería una "plantación" (un bosque es otra cosa); o ese David sonriente que se encuentra en una fachada de la Catedral de Santiago y no en su interior; o la lamprea que parece estar en el mercado siempre disponible (la realidad: 3 meses como mucho), o ese desván que en gallego sería "faiado" y no "fallado" como se repite en la narración... Pero más allá de cuestiones concretas, la novela se queda en un terreno baldío entre realismo mágico (esa gaviota que se mantiene en el techo del Volkswagen) y una realidad que se va haciendo más improbable -por decirlo de una manera suave- a medida que pasan las páginas al tiempo que la prosa de la autora se vuelve más mediocre. Un consejo: para la siguiente, tómese el tiempo preciso
hace 6 años