Libro de relatos que también se podría considerar como un conjunto, pues los personajes van y vienen de uno a otro, y la mayoría están ambientados en Albert Lea, un pueblo de Minessota que parece abandonado de la mano de Dios. Buena parte de ellos están protagonizados y narrados por Harvey Townshend, un aspirante a escritor en la cuarentena que vuelve al pueblo, que es donde tiene sus raíces. Abundan los diálogos y las copas en el bar, los momentos y las casualidades, y sobre todo los personajes, dispares, solitarios, desengañados, perdedores, o simplemente el niño asustado que se sienta junto a Chinaski (sí, el álter ego de Bukoswki) en un hipódromo.
La música está presente y sirve además de introducción a cada uno de los diecisiete relatos, con versos de alguna canción, que en mi caso he buscado y he disfrutado escuchando.
Destacaría el estilo del autor, el uso de frases cortas en mi opinión da precisión y fuerza al texto. Como excepción notable las interminables frases del Harvey de seis años en “Shakopee”.
La mayoría de las historias me han gustado mucho, por citar algunas: “A la de tres”, “Inescrutables”, “Lloviendo balas”, “Una cortina de gafas oscuras”, “Cuento de Navidad”, “Shakopee”, “Ni modo”, “Doscientos pavos”, “El mundo a cámara lenta”, “Mardou”... A pesar de transmitir cierta melancolía, son historias de gente corriente que sigue o busca su destino, y que reflexionan y se plantean las mismas cuestiones que la mayoría de seres humanos.