Un momento clave dispara su memoria, el 11 de septiembre de 1973, en el Palacio de la Moneda, el Presidente Salvador Allende es derrocado violentamente; Allende muere y con él muchos de sus colaboradores más cercanos. Ariel Dorfman debería haber estado allí ese día; un cambio de horario con un compañero le salva la vida, el amigo muere. Esta señal de que él tenía que vivir lo marcará para siempre. Dorfman arma una estructura impecable, y avanza con igual tensión en cada uno de los momentos temporales diferentes -va desde la huída forzada de Chile a su infancia, y desde allí a su exilio, primero a la Argentina, luego a los EEUU. En su testimonio de un fin de siglo intenso y angustiante, va de lo general a lo particular para dar cuenta de los signos comunes a nuestro tiempo: el desarraigo, las contradicciones ideológicas, la fragilidad e incertidumbre de la vida.