La figura de Charles Darwin (1809-1882) destaca tanto por su genialidad, en el planteamiento de teorías, como por la laboriosidad y meticulosidad de sus investigaciones. No sólo fue un eminente naturalista, sino también un destacado fisiólogo vegetal y un excelente criador de plantas, que gozó con su cultivo y trabajo de experimentación. En este sentido, la presente obra, Plantas insectívoras, fue el fruto de 15 años de arduo trabajo que comenzó como una "pasión de verano" y terminó verificando la existencia de plantas adaptadas a una dieta carnívora, es decir, que capturan insectos, los digieren y absorben de ellos las sustancias necesarias para su nutrición. Con ilustraciones realizadas por dos de sus hijos, Francis y George, este estudio es una demostración del método científico y revela a un Darwin obsesionado y apasionado por hallar una explicación a la sensibilidad que demuestran estas plantas, llegando a afirmar en su correspondencia: "Me importa más Drosera que el origen de todas las especies del mundo". Esta obra recoge los resultados de sus investigaciones, con detalladas descripciones de la anatomía de los principales géneros de plantas carnívoras conocidos hasta entonces, la manera en que son capturados los insectos, el movimiento de las hojas, el análisis de su capacidad de digestión y absorción de distintas sustancias, las respuestas a diferentes estímulos conforme a la naturaleza de éstos, el grado de sensibilidad y conductividad del estímulo a través de la hoja, el fenómeno de agregación del protoplasma y algunas conclusiones sobre la evolución del grupo. Plantas insectívoras es un clásico para los estudiosos de esta materia.