Cuando en diciembre de 1831 Charles Darwin (1809-1882) se embarcó como naturalista a bordo del Beagle, que conducía el capitán FitzRoy, era incapaz de imaginar la trascendencia que tendría su obra para la biología de los siglos venideros. Tras cuatro años y varios meses en que recorrieron costas, islas y países americanos, regresaron a Inglaterra en agosto de 1836. Este viaje sirvió a Darwin para recoger una impresionante cantidad de datos científicos, así como para conocer y enviar a Inglaterra diversas muestras de minerales, animales y fósiles, que más tarde serían estudiados por él y otros naturalistas. Pero lo más relevante del viaje fue su elaboración teórica sobre los mecanismos que propuso para explicar la evolución de las especies y el origen del hombre: la selección natural y sexual y la lucha por la existencia. Teoría que comenzó a elaborar en 1837, en la misma fecha que escribía su texto sobre los arrecifes coralinos, que publicó por vez primera en 1842. También le fue útil para elaborar una teoría sobre la formación de los arrecifes coralinos, mediante el hundimiento y la elevación de los continentes, en oposición a otros naturalistas que la atribuían al crecimiento de esos animales sobre cráteres de volcanes, etc. Aunque complementada con otros factores (el movimiento de placas tectónicas), la teoría conserva vigencia, así como su clasificación de los arrecifes en costeros, barrera y de atolón, presente en todos los textos de biología.