María Zambrano publicó por primera vez su libro Persona y democracia en 1958, en circunstancias –según ella misma confiesa en su prólogo de 1987– «bien diferentes» a las que vivimos hoy. Lo que las nuevas circunstancias revelan es la renuncia del hombre a ser persona, a vivir humanamente; habita en un eterno presente donde la historia ya no se constituye como proyecto, donde no existe progreso ni democracia, sino el poder absoluto de dioses oscuros ávidos de sacrificios humanos: la democracia y la historia verdaderas –humanas y, por tanto, morales– parecen empresas condenadas a la destrucción. «Y entonces, ¿a cuento de qué viene la publicación de este libro? Muy simplemente lo diré: como un testimonio, uno más, de lo que ha podido ser la historia, de lo que pudo ser.»Pudo ser la manera de conocer el medio más propio del hombre, el tiempo; el paso del modo trágico de hacer historia al modo libre de llevarla a cabo, o el despertar del hombre del sueño a su verdadero ser, a su ser persona y no individuo. Pudo ser, en definitiva, la fe en el porvenir, en una sociedad sin temor a la realidad. Décadas después, lo que pudo haber comenzado está aún por llegar.