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¿PARA QUÉ HABITAR EL MUNDO REAL? FIUMANO, GUSTAVO

Nota media 7 Muy bueno 1 voto 1 críticas

Resumen

Una historia de amor entre una escritora aspirante y un profesor de Historia, real y sin condimentos, enmarcada en el convulsionado inicio del siglo XXI. Una novela que une Buenos Aires con Madrid, en la cual la amistad juega un papel preponderante. Con balanceadas dosis de romance, humor ácido y conversaciones profundas, la propuesta es compartir las andanzas de un grupo de veinteañeros que luchan por abrirse paso en un mundo que cambia cada vez más deprisa. Un tango entre San Telmo y Malasaña, danzándose sobre la cornisa de una era.

1 críticas de los lectores

Una inolvidable historia de amor nacida a la sombra de una Argentina convulsa.

Siempre nos hemos guiado por el mismo esquema mental a la hora de escribir/describir el descubrimiento y desarrollo de una arquetípica (y arcaica) historia de amor, sin darnos cuenta, de que en muchas ocasiones seguimos repitiendo los cánones ortodoxos e irreales de una pasión galante, con unos personajes entregados a una ilusión idílica que les permite luchar contra cualquier adversidad y que culmina con un triunfo final, que nos deja un buen sabor de boca y una sensación de confort y satisfacción. Es este “Happy End”, el que sigue condicionando de un modo casi dramático, nuestra forma de encarar nuestras relaciones e impide acercarnos de forma adulta al verdadero sentido amar.

Gustavo Fiumano no nos ofrece una novela romántica almibarada, lastrada de clichés y miradas nostálgicas a un pasado, donde los hombres eran viriles y fuertes, y las mujeres, arquetipos de feminidad blanda y pasiva; en realidad, lo que el autor quiere mostrarnos, es el retrato fidedigno del nacimiento, crecimiento y muerte de un romance, lastrado de problemas, inseguridades, caídas, falsos retornos y arrepentimientos, puesto que, como todos sabemos, la unidad que conforman los dos amantes, en ningún momento es una célula aislada, impermeable y estática, si no que está sometida a todo tipo de vaivenes inducidos por los cambios familiares, sociales, económicos e incluso políticos, y que sirven de caldo de cultivo e influencia directa o indirecta en el curso de esa historia amorosa, y que, en este caso, viene marcada por la situación convulsa de una Argentina en crisis, previa al Corralito de 2001. Es por esto, que la novela puede leerse no sólo como una obra sentimental al uso, si no también, cómo un fresco histórico de la situación del país sudamericano y del mundo, previa al cambio de Milenio, estando perfectamente encuadrada por un sinfín de referencias a la cultura popular de la época, tanto musicales, televisivas o deportivas, dejando un poso de nostalgia a todos aquellos nacidos a principios de los ochenta, y cuya juventud se vió marcada por la irrupción del Grunge, el Britpop y la emisión de series como Friends y los Simpson.

Los personajes de Fiumano no son ejemplarizantes; no representan un carácter definitorio, simple y limitado; todos y cada uno de ellos contienen facetas, claroscuros e imperfecciones, hasta tal punto que pueden acabar por resultar incómodos, al reflejar de forma certera nuestra propia inestabilidad y nuestras dudas, y es ahí donde radica su acierto: en confrontarnos con una realidad más cercana al desafío que actualmente representa, mantener una relación sentimental en estos tiempos de incertidumbre y caos. Y es que, esta inestabilidad, y sobre todo, la presencia casi fatídica de ese síndrome del impostor, que pone palos en las ruedas a la hora de reconocer la felicidad de la protagonista, la que va a condicionar el desarrollo de la obra, dejando en evidencia que, el fracaso de una relación amorosa viene dado en múltiples ocasiones más, por una situación de autosabotaje e imposibilidad de reconocer nuestros logros delante de una pareja a la que idealizamos y no creemos merecer; que por un enfriamiento o distanciamiento real de la misma.

A pesar de ello, el autor es capaz de dejar una puerta abierta al optimismo, evitando dramatismos innecesarios, y dándonos pie a pensar, que no siempre el final de una historia tiene que ser irremediablemente conclusivo: los vínculos entre aquellos que se aman o se han amado no tienen por qué desaparecer, simplemente deben adaptarse a las nuevas circunstancias, dejando la puerta abierta a que puedan darse de nuevo, una segunda oportunidad. (José María Durán, 30 de octubre de 2023)

hace 5 meses