Madison tenía 11 años cuando fue secuestrada. Es una niña viva, alegre y divertida que desde muy pequeña ha desarrollado una fuerte personalidad, repleta de imaginación y creatividad, y que incluso en esta situación dramática, encerrada en la casa de su secuestrador no pierde el optimismo. Durante los casi 5 años que dura su encierro, se desahoga escribiendo sin censura en un cuaderno que es su gran vía de escape y la única posibilidad de sentirse libre; describe al detalle sus sensaciones, la añoranza de sus seres queridos, su sorpresa por el gradual paso a la adolescencia... y todas las mil y una extravagancias que se le ocurren. Léonore, la madre de Madison, intenta sobrellevar la ausencia de su hija escribiéndole cartas diariamente en las que le cuenta todo lo que pasa en la familia: sus esperanzas y penas, la muerte del abuelo, cómo su gato la echa de menos y algunas novedades acerca de Stanislas, el profesor de tenis de quien Madison estaba enamorada. Un joven que busca ser amado a cualquier precio aunque en realidad no sabe disfrutar de su libertad.