Catorce nuevos casos completan aquí la serie de Mujeres asesinas que, desde la crónica literaria y su posterior adaptación televisiva, se instaló con total naturalidad entre nosotros. Desplazando los temas políticos o económicos, conversaciones de hombres y mujeres en casa o en la oficina reflejan el efecto demoledor de este verdadero fenómeno, surgido de una premisa sencilla pero de difícil logro: contar buenas historias. Logro que Marisa Grinstein confirma magistralmente en esta entrega. Las mujeres asesinas de estos relatos son una herida, nos muestran el abismo doméstico de lo que somos y podemos ser. Sin dejar de ser victimarias, todas ellas son víctimas. Sin dejar de ser culpables, son de algún modo perturbadoramente inocentes.