Los años extraordinarios, de Rodrigo Cortés, es una novela que nos narra la azarosa vida de Jaime Fanjul, nacido en Salamanca en 1902.
A lo largo del libro descubriréis, junto a Jaime, la llegada del mar a Salamanca; el breve auge de los coches impulsados por el pensamiento; la guerra de los de Alicante contra España (y de los holandeses contra el resto del mundo); las hazañas de un barco submarino que transita por túneles o la llegada —boca abajo— del hombre a la Luna.
Me resulta imposible incluir la novela en uno de los géneros literarios establecidos. El autor, que también es director de cine y músico, ha dado rienda suelta a su creatividad y nos sumerge en una historia en la que cualquier cosa es posible; incluso que una monja se líe a puñetazo limpio con Fanjul en las calles de Espuria, la otra capital de España.
Jaime no quiere seguir los pasos de su padre y decide marcharse de Salamanca para labrarse un futuro. Está un tiempo en Espuria y después su vida se convierte en un continuo devenir que le llevará a París, Bruselas, el Sáhara, Oporto, Las Azores, Londres, Cambridge, Nueva York, Camboya, Tailandia, India, Irán, Irak, Marruecos, Jordania, Egipto, Libia, Túnez, Nápoles y Roma.
En cada una de esas ciudades Fanjul vive a su libre albedrío. Conoce el amor, la amistad, el desamor, fantasmas, brujas, esclavos mandones, anarquistas, teósofos o piratas que abordan barcos para debatir sobre filosofía. Y pese a todo, él sigue viviendo como cree que debe hacerlo, sin tener en cuenta a los demás, aunque los quiera.
La novela está llena de reflexiones profundas que, de repente, se desvanecen con una situación tan grotesca que te hace reír a carcajadas. Quizá porque Fanjul es un personaje complejo que parece estar buscando continuamente algo que nunca encuentra.
Supongo que cada cual sacará sus propias conclusiones sobre este sorprendente libro dependiendo de su propia filosofía de vida. Para mí es la historia de un hombre que vivió la vida a sorbos, sin arrepentirse de nada. Amó, olvidó, se hundió en la tristeza, encontró la chispa de la vida y volvió a comenzar de cero. Todo ello sin atarse a nada ni nadie.
Hay una frase en el epílogo de la novela que para mí encierra el alma de Fanjul: «Yo, que a tanta gente he conocido, no he sabido conocerme, asombrado siempre por el trato recibido».
Un libro recomendable si os apetece salir de vuestra zona de confort y embarcaros en una aventura que, aunque parece loca y sin sentido en un principio, tiene una gran carga emocional. Por no hablar de que os vais a reír, y mucho, algo que siempre se agradece. (Ana García, 13 de agosto de 2021)