Está escrito de una manera que me ha imposibilitado seguir el hilo de los acontecimientos. Tal vez es que no haya un conductor en la historia. A ratos me enteraba de lo que me contaba, pero otros no. No me ha dicho nada. Lo mejor, sin duda, la portada. No me ha gustado.

¿Qué hay detrás de la sonrisa pícara de las colegialas que miran de soslayo mientras abrazan la carpeta? ¿Qué tipo de corazón late bajo los uniformes recatados y las tablas de las faldas? ¿Cuánta consciencia y premeditación hay en la rebeldía natural de los quince años? En esta novela se desvelan algunos posibles significados de los silencios coquetos y las risas estentóreas, de los juegos de mayores hechos con verdades que asfixian. Y también algunas de las señales que prometen un mundo nuevo y delicioso pero que no se puede percibir con claridad hasta que ya es demasiado tarde. Lo que queda entonces tal vez no sea tan seductor como ellas esperaban. Una novela muy recomendable, para acercarse al mundo de la adolescencia, del despertar sexual, de la furia contra todo y a la capacidad de los niños para hacerse mayores en un instante. Su complejidad y su intriga transmiten mucho más que varios tratados sobre la pubertad.