María Victoria dal Pozzo nació entre algodones en 1847 en una familia de la nobleza de Turín. Cuando murió su padre, su madre perdió el juicio y se negó a enterrarlo. Pasó las noches velando el cuerpo acompañada de sus dos hijas. La menor murió un mes después de tifus y de pena. La mayor vivió en el luto y el silencio hasta que se casó con el príncipe Amadeo de Saboya. Los enredos del destino y los intereses políticos de las potencias europeas sentaron a la pareja en el trono de España, tras la expulsión de Isabel II, desde 1871 a 1873.
María Victoria fue una reina efímera, desconocida, culta y virtuosa en un país convulso e inestable. Extranjera en una tierra que no supo valorarla, soportó los amoríos de su marido, las humillaciones de la aristocracia y el perpetuo temor a un atentado. Aun así, se entregó a la sociedad que la rechazaba y fundó la primera guardería, el asilo de las lavanderas. Pocos días después de dar a luz a su último hijo, perdió la corona. Murió a los veintinueve años en Italia consumida por la tuberculosis.