Silvia, la protagonista de esta novela tan singular como sabiamente alejada de la cursilería, se casa con el terrateniente Richard Tebrick, tras un breve noviazgo, y después de la luna de miel se instalan en la hermosa finca de Rylands, en el condado de Oxfordshire; la casa de los Tebrick es la única mansión en kilómetros a la redonda.
Pocos meses después, una tarde, salen a pasear por el bosquecillo de la colina cercana. Aún se comportan como enamorados: van a todas partes juntos y pasean de la mano. Ese día se oye a lo lejos una jauría de perros y, a continuación, la trompa de los cazadores; así que Richard acelera el paso hasta llegar a la linde del bosque, para no perderse el espectáculo. Desde allí dispondrán de una buena panorámica si los zorros aparecen.
Su esposa se queda atrás, y él, tomándola de la mano, casi la arrastra. Antes de que alcancen la linde, ella da un violento tirón acompañado de un alarido y, de inmediato, él vuelve la cabeza…
Las historias de transformaciones son una manera de dotar de sentido al mundo, de ver las conexiones que el materialismo de nuestra era pasa por alto, y que pertenecen a un universo ordenado no sólo por la razón, sino también por la imaginación, un universo en el que el cambio es la única constante.