Ésta es la primera obra publicada de la autora. En ella encontramos doce cuentos repartidos en cuatro partes, que llevan el título de los cuatro elementos –Tierra, Aire, Fuego y Agua–. Hay que avisar que no son alegres, al contrario, están plagados de desgracias, algunos son brutales, otros sólo inquietantes o melancólicos, pero todas son historias viscerales e intensas –y muy visuales añadiría– que muestran el lado más oscuro del ser humano; habitados por miedos profundos, sentimientos íntimos, ocultos, irracionales, instintivos, fantasmas que se despliegan en los relatos con una prosa que se disfruta enormemente, precisa y concisa cuando hace falta y de gran belleza lírica en otros momentos.
Es curioso como en cada una de las partes del libro hay algún cuento con un animal como elemento perturbador; Philip, el gato que aparece en “Una casa en las afueras” –macabro e impactante primer cuento–; el Pterodáctilo que le susurra ideas al protagonista de “La vida interior de los probadores”; Sherry, el gorrión de “Lo que queda en el aire” –precioso relato en el que se narra el amargo encuentro de dos niños con la muerte–; Duque, el perro de villa miseria del relato “Perros” y que está condenado de antemano, como su dueño; o la inquietante presencia de las ranas en el último de los cuentos, “Criaturas” –realista y surrealista por igual–.
No podría elegir uno de los cuentos como preferido, son completamente distintos entre sí –en cuanto a temática, narrador o contexto– y casi todos me han gustado: los cinco que he mencionado antes; “Regreso a Villard” –breve pero magnífico y tan en su elemento “Fuego”–; “Nostalgia de la morgue”, discordante en cuanto a su extensión –el más largo con diferencia–, una historia bella y nostálgica que narra la complicidad entre dos enfermos hospitalizados y que recuerda a “El beso de la mujer araña”; y algún otro.
Me han sorprendido y encantado por igual, y creo que es un elemento muy importante del conjunto, los finales abiertos de la mayoría de los relatos, que la autora deja a nuestra imaginación o intuición; incluso algunos de ellos pueden tener distinta interpretación según el lector. Éste es uno de los motivos por los que creo que son cuentos para leer y releer; yo confieso que los he leído de nuevo una vez finalizado el libro y ha sido un doble disfrute, personalmente los he saboreado mucho más en la segunda lectura precisamente por los detalles y anticipos que vas descubriendo en cada historia.
Por último destacaría la edición de Páginas de Espuma, muy bonita y cuidada, y en especial la portada, llena de simbolismos que entiendes una vez terminada la lectura, ese pájaro, esas manos o el rostro blanco.
Superado el desconcierto y desasosiego inicial de los primeros cuentos, en mi opinión en general son muy buenos y no dejan indiferente. Excelente primera obra y uno de los mejores libros de relatos que he leído últimamente. Sin duda lo recomiendo.