El título de la primera entrega de la saga hace referencia a Augustos, rey de Augustia, hijo de Augus, declarado enemigo de Shelomó y de Celestos, pues es un aliado de Infernos, señor del Orco, un Eterno que fue expulsado por sus maldades. También a la gigantesca babosa que habita en Necturei Karta, la última fortaleza donde resistió Shelomó los ataques de sus enemigos. Ambas criaturas de la oscuridad personifican la maldición. La novela de Illán Vivas se entronca en ese mundo de los mitos y del viaje que ya encontramos en Jasón y los argonautas, y que tan magníficamente recrea El vellocino de oro, de Robert Graves, pero también de espadas que son y crean su propia leyenda, como la Excalibur del rey Arturo, pues será Dragonia, la espada de Eleazar, otro de los elementos destacados de esta historia desarrollada en un mundo completo con su geografía, lenguas, leyendas, religión, que dota a la novela de un aire de verosimilitud, la misma que reclamaba Aristóteles en su célebre Poética.