La filosofía, lejos del cliché al uso, es un pilar esencial no solo para abordar las preguntas más arduas de la existencia -de dónde vengo, a dónde voy, qué hay más allá de la muerte, qué hay antes de la vida-, sino para guiarse en los acontecimientos del quehacer diario: las relaciones con amigos, familiares, compañeros de trabajo, la relación con uno mismo. En suma, lo que Sócrates decía que debía ser el fin de toda filosofía: discernir lo bueno de lo malo para actuar en consecuencia.