Completamente agotado, un soldado de la Grand Armée busca un lugar para descansar su cabeza y dormir; al despertar se da cuenta, con cierta indiferencia y cierto asco, que un montón de brazos y piernas amputados le sirvieron de almohada. Tal es el cuadro que describe Patrick Rambaud en La batalla. El relato de la batalla de Essling, en los suburbios de Viena, donde Napoleón, al frente de un ejército compuesto de franceses, españoles, portugueses, sardos, bávaros, hamburgueses, polacos, napolitanos, wurtemburgueses, croatas, eslovenos, daneses y quién sabe cuántas nacionalidades más, se enfrentaron al ejército austriaco y húngaro, que había pasado a la ofensiva. La primera batalla que Napoleón perdió, el inicio del fin. La batalla es una novela que Balzac quería escribir.«Habla de ella regularmente, pero no la comenzó nunca, tan sólo tomó notas» explica Rambaud. Con un apasionado realismo, como si del mismo Balzac se tratara, este libro nos introduce en el espíritu de los hombres que edificaron la Europa del presente