«Uno no acaba de saber “de qué va” un libro hasta que ha terminado de juntar las piezas. Extiendo ahora las cartas sobre la mesa, y me doy cuenta de que esta constelación de relatos breves y novelas cortas, de paseos y recuerdos entre la ficción y la crónica, dibuja, a su manera, una nueva entrega (otras voces, otras épocas, otras formas) de la autobiografía que comenzó con Un jardín abandonado por los pájaros, porque a fin de cuentas resulta que me parezco bastante a ese tipo que asoma por muchas de las esquinas, bajo diversas luces, con abrigos o camisas hawaianas, bigotes falsos o pelucas, mostrándose y escondiéndose, como en el juego infantil del cucú-tras. Barrios perdidos y reencontrados, noches que parecían eternas, fantasmas resplandecientes, carcajadas que vuelven a resonar. Unas memorias en forma de álbum de cromos, almanaque o libro de horas. O un doble disco. O un cuarto de juegos: la puerta está abierta.» En Juegos reunidos, Marcos Ordóñez recuerda, intuye y fabula, componiendo a base de retazos una suerte de autorretrato sentimental que es también el retrato de su generación y de su ciudad, la Barcelona de los setenta.