En ocasiones, los escritores entregan a la editorial, libros a los que están obligados por contrato, por un deber establecido a través de cualquier cláusula en la que se exija una periodicidad en la producción de sus novelas. Otras veces, éstas se escriben por la necesidad del autor de obtener un balón de oxígeno en forma de liquidez económica. Obviamente, esas situaciones sólo se dan entre aquellos cuya conexión con el público les permite vivir de la literatura, siendo esta la cara de una cruz que se representa con el suplicio de escribir bajo presión. Hasta la mejor escritora de España, cuando en 2004 publicó Castillos de cartón (http://www.lecturalia.com/libro/3678/castillos-de-carton), marcó un punto de inflexión a la baja en su carrera. Está claro que entre dos magnas obras como Los aires difíciles (2002) y El corazón Helado (2007), Almudena Grandes necesitó ese oxígeno en forma de derechos de autor a través de una historia tan ligera y simple. Seguro que más de una vez le han preguntado si la claustrofóbica historia de promiscuidad entre cuatro paredes que protagonizan varios jóvenes en el Madrid de la movida, recoge alguna vivencia personal de la escritora. Al poco de empezar Invierno ártico, Arnaldur Indridanson ofrece la misma sensación. La historia, que arranca con la aparición, en medio de una nevada, de un niño tailandés inmigrante en Islandia, nos va llevando por una investigación sin alicientes para desear que llegue el momento de retomar la historia. Sin la originalidad que demostró en la magistral Pasaje de las sombras (https://www.quelibroleo.com/pasaje-de-las-sombras) , donde en el siglo XXI se desarrolla la investigación de un asesinato que conecta con otro que quedó sin resolver en la Islandia de la Segunda Guerra Mundial. Como otro ejemplo de su maestría en el género, cabe remitirse a la entrada en este blog sobre La voz: https://antoniocanogomez.wordpress.com/2017/08/09/la-voz-arnaldur-indridason/. Recurriendo a los tópicos sobre la xenofobia en los colegios, a los padres que protegen a hijos acosadores cuando el bulliyng ha ido demasiado lejos, y a los traumas que el comisario arrastra desde la infancia (y que el autor repite ya de forma cansina en cada novela), la historia, sin llegar a dar ganas de abandonarla, pierde el gancho que una buena novela policiaca debe tener. No obstante lo anterior, y ya sea por un compromiso editorial que el autor tuviera que cumplir, o porque la necesidad e ingresos presionara su inspiración en un momento bajo, a uno de los autores de referencia en materia de novela policíaca, se le pueden pasar por alto estas mediocridades. www.antoniocanogomes@wordpress.com
hace 3 años