Stanislaw Lem tenía una buena historia entre manos, pero eran mayores sus deseos de realizar un ensayo filosófico, de manera que estos arrastraron al libro a un terreno excesivamente escabroso y oscuro. En sus ansias de definir la puerilidad de los esfuerzos humanos por alcanzar un nivel evolutivo superior, por comprender el universo, y por el hecho de tropezar incesantemente en los propios límites de nuestro intelecto, el autor asume un papel de superioridad moral o intelectual encarnándose en una inteligencia artificial, muy por encima de nuestro alcance. Tal vez si hubiera sido más claro y con un hilo narrativo y de acción más acentuado, la novela habría ganado mucho más interés del que, indudablemente, tiene.
hace 9 años